OTRA VUELTA DE TUERCA
Por: Mónica Berman 30/8/2010

"Además fui perdiendo la luz: apenas veía el dorso de mi mano cuando la pasaba por delante de los ojos", Felisberto Hernández.

La luz es lo que pierde el personaje de El acomodador y no la vista. En ocasiones, la focalización determina lecturas de lo más diversas.
Porque Entrepiso es una historia muy pequeña y sencilla. Dos mujeres jóvenes se quedan encerradas en un ascensor y asistimos a ese momento de encierro temporario y forzado.
Sus actitudes son diametralmente opuestas: una tranquila, sosegada, infantil y lúdica. La otra, correcta, seria, urgida por el tiempo.
En principio, sobre esta tensión se construye la propuesta. Y es interesante pensar (como cuando se observa la luz y no los ojos) cómo reaccionan las personas ante cosas que las descolocan, que les quiebran la rutina. No las grandes tragedias, aquello del tenor de Dios o del destino, sino las pequeñas cosas, sin peligro aparente.¿Qué otra cosa es, si no, quedarse encerrado en un ascensor? Aun más: la propuesta ni siquiera plantea que alguna de las dos sufra de claustrofobia (lo que pondría la obra en otro lugar, sin duda). Simplemente (no tanto) hay unos papeles que entregar, cuestiones laborales pendientes.
Eso, nada más ni nada menos.
Y se dedican a conversar y a partir de allí a armar el relato que nos presentan, pero también harán algunas cosas extrañas para la situación, como jugar al tutti frutti (con explicación del puntaje, incluida).
Por otra parte, y eso puede observarse hacia el final, lo otro que aparece de manera manifiesta es cómo a veces los indicios no son asumidos como tales. Un reguero de informaciones, de datos, de cuestiones obvias, pasa por delante de los ojos y sin embargo no se lo ve. No se puede, tal como se dice "atar cabos". ¡Y cuán diferente es la cuestión cuando se la mira parcialmente y cuando se está en posesión de una supuesta totalidad! Porque sí: aquí existe una propuesta de "totalidad", de juego con las intenciones, de elecciones particulares.
Entrepiso va poniendo de manifiesto ciertos elementos, elige decir algunas cosas y no otras. Luego entenderemos que una sabe algo que ni la otra ni el público saben, porque ésta es una obra con una vuelta de tuerca, que por supuesto es necesario no revelar.
El saber muchas veces, y ésta no es una excepción, es el motor de la acción. Todo lo que sucede tiene que ver con la manipulación de alguien que sabe. Y entonces, ya no será el destino o Dios, sino un otro que se atribuye parte de sus propiedades y asume un rol que no es el suyo.
En fin: cosas pequeñas, máscaras que caen, palabras que se dicen y que no se dicen. ¿Cuánto cabe dentro de la cabina de un ascensor momentáneamente detenido?

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